Andrés Hernández Alende
Los7Dias.com
Rompiendo con la ideología de libre mercado que dice defender, el presidente Donald Trump cerró el mes de mayo imponiendo unos aranceles del 5% a todas las importaciones de México. El objetivo de la medida es presionar al gobierno de Andrés Manuel López Obrador para que detenga la llegada de inmigrantes, en su mayoría de Guatemala, El Salvador y Honduras, a la frontera del río Grande.
Trump ordenó incrementar los aranceles en un 5% cada mes, hasta el 25%, mientras el gobierno mexicano no tome medidas para contener la inmigración.
López Obrador está tratando de aplacar al impetuoso vecino del norte, y los negocios estadounidenses han puesto el grito en el cielo. La subida de aranceles implica un mayor costo para importar productos, y esa alza del costo se la pasan a los consumidores. Pero a Trump no le importa: a fin de cuentas, él tiene suficiente dinero para gastar, mientras a buena parte de sus compatriotas (casi digo sus súbditos) se les hace difícil llegar a fin de mes.
Complacer a los chovinistas
Esta medida arbitraria del presidente Trump no tiene otro objetivo que fortalecer su aspiración a la reelección contentando a la masa chovinista que lo apoya incondicionalmente.
Si de verdad Trump y los congresistas que lo respaldan quisieran detener la inmigración ilegal, podrían empezar tomando medidas contra las empresas e individuos en los Estados Unidos que contratan a indocumentados para que trabajen por salarios de miseria. Pero las empresas del propio Trump se encuentran entre los que han contratado a indocumentados.
También podrían establecer una especie de plan Marshall para Centroamérica, ayudando a los países del istmo a mejorar su economía mientras toman acciones decisivas contra las pandillas que devastan a la región y que son causantes de que la gente emigre. Si la situación socioeconómica en el Triángulo Norte de Centroamérica deja de ser grave, la emigración se reduciría notablemente.
Pero Trump prefiere recurrir a la amenaza y la extorsión. Prefiere seguir fiel a su papel de bully y mantener el respaldo de su base de apoyo racista, aunque todos tengamos que pagar el precio –literalmente– de su disparate más reciente.
