Por Roberto Casín
Los7Días.com
En el mundo viven más de 3 mil 330 millones de mujeres, y yo digo que no bastan, que estamos cortos de paisaje, que necesitamos más faldas en el horizonte. Deberíamos tener menos monumentos y más siluetas femeninas colmando de gracia nuestras calles y parques. Hay que ver de cuánto bien son capaces unas esbeltas piernas, unos seductores ojos, una espontánea sonrisa o una voz de mujer. Con perdón de las excepciones, para mí no hay mejor medicina contra la amargura.
Quien no quiera admitirlo es porque está del otro lado o vino a este universo defectuoso o incompleto. Sé que esto les sabrá barato, herético, vacío y hasta insolente a los diletantes y pintureros, a esos fulanos que en el pueblo son tan doctos y brillantes, versados en política, filosofía y otras humanidades, enamorados de su pico o de su pluma, pero que en casa carecen de las dotes que noche tras noche, por siglos, han permitido deliciosamente preservar la especie y que, dicho sea de paso, tanto añoran sus esposas.
Vida imperfecta
Habría que escuchar a sus mujeres reprochándoles las páginas que dejaron mal escritas o que ni siquiera prologaron en la privacidad del hogar, para en cambio entregarse por entero a los delirios de grandeza con que pretenden figurar hasta la posteridad en los anales de la vida pública. Qué se va a hacer, la vida es así de imperfecta, los que más brillan a veces son los que menos alumbran.
Pero volviendo a ellas, confieso que en lo que atañe hoy al absurdo dilema del hombre o la mujer, no me gusta ese afán revanchista que algunas damas han dado al asunto de la discriminación de sexos, y con aires de ”yo también puedo” han asido el volante de imponentes camiones, se jactan de musculaturas tremebundas, o se ciñen pantalones por encima del ombligo. Bastaría con que fueran ellas cabalmente, de espíritu y cuerpo aprovechados como mejor les plazca. Pero por favor, que no quieran suplantar a quienes hasta ayer tuvieron como verdugos.
Todo eso es perdonable. Sólo los bobos y las feministas –que ya no se sabe a quién defienden– ignoran el hecho de que los hombres hemos ido progresando, es decir, que cada vez más, por natural y merecida redención, las mujeres tienen mayor espacio social, voz y mando. Y quién quita si los hubieran tenido desde mucho antes a lo mejor no estuviéramos pasando por ninguna crisis financiera.
Derroche masculino
Habrá quien me eche en cara que estoy loco porque a la hora de quemar dinero en gangarrias, baratijas y también en diamantes nos llevan la delantera. Pero tampoco es cosa de que nosotros los caballeros seamos más recatados dilapidando la plata. Que me contradigan si no los grandes ejecutivos, los protagonistas de la gran escena, los caciques de bancos e instituciones crediticias que, tan de moda por estos días, nos vienen dando una concienzuda demostración de derroche, de avaricia dispendiosa y de alforjas llenas, al haber amasado una fortuna que a la larga según todo parece indicar tendremos que pagar nosotros, los mayordomos de la película.
Si inexorablemente vamos a estar expuestos a tales iniquidades –digo yo– valdría la pena contentarnos los sentidos poblando el mapa político y corporativo de más mujeres. Y si alguien tiene que tiranizarnos que sean ellas, con sus fragancias avasalladoras, sus provocativos atuendos, sus pícaros guiños y sus dotes para subyugar y clavarnos el puñal con asesina dulzura.
Pobres como al principio
No digo yo que el apremio llegue a tanto como para que se nos abarrote el planisferio de Barbies como la que se buscaron de presidenta en Argentina. Pero en corporaciones como Pepsico, WellPoint, Kraft, Xerox, Archer Daniels y Yahoo, entre otras, deben saber a lo que me refiero. Todas han estado presididas por elegantes mujeres y parece que además de ser dirigidos como en casa, a los hombres en esas compañías no les ha ido muy mal.
Al final de la historia tal vez todos seamos tan pobres como al principio. Pero al menos va y la pasamos mejor. Después de todo nadie podrá negar que con lo que se nos viene encima vale más que nos forremos de buen humor y que sean las delicias, el embrujo y la sensualidad de las mujeres, y no las ambiciones mundanas, las que nos ayuden a capear los embates de este temporal. Créanme que nos va a hacer mucha falta.
