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Yunior García: La Insoportable Levedad de Ser… o No Ser

Por David J. Hall
Los7Días.com

Hasta hace sólo unos días no había escuchado el nombre Yunior García Aguilera. Comencé a verlo
relacionado con informaciones sobre una convocación a una manifestación pacífica en Cuba para exigir
respeto a los derechos humanos y cambios en el régimen. Como mi escepticismo respecto a este tipo de
cosas ha sido siempre saludable, lo cierto es que no presté mucha atención… hasta que la reacción
desmesurada del gobierno en sus amenazas de represión me sugirió que algo poco común estaba
ocurriendo, y comencé a seguir un poco más de cerca los acontecimientos. Sólo un poco.

Lo que ocurrió -o, más bien, no ocurrió- en Cuba el 15 de noviembre ya es historia. Lo que continúa in
cresdendo son las reverberaciones alrededor del organizador de la manifestación, Yunior García
Aguilera, y su salida un tanto misteriosa e intempestiva de la isla, en lo que debía haber sido el
momento crucial de la anunciada marcha.

Lo que más me ha sorprendido… bueno, sorprendido no es quizá el verbo correcto; lo que más me ha
entristecido son los ataques furibundos no a las acciones -o, ¿falta de acción? – de Yunior García,
debatibles como puedan ser, sino a su persona, y el hecho de que estos ataques no provengan
necesariamente del gobierno cubano, como sería de esperar, sino de muchísima gente en el exilio, entre
ellas algunas con reputación de intelectuales de renombre, patriotas, líderes, guías… en fin.

Sin mucho conocimiento de los detalles del asunto, he expresado en las redes sociales algunos
comentarios cuestionando lo que considero una dosis innecesaria de vitriolo en muchas de las opiniones
que continúan virtiéndose en tropel sobre el súbito líder de facto del movimiento de protestas en Cuba.
Mi premisa ha sido que, si bien es -o debe ser- cierto que las acciones, o inacciones, de una figura
pública -y Yunior lo es- deben estar abiertas al examen, disección y discusión igualmente públicas, los
ataques ad hominem no se justifican, por lo general reflejan falta de argumentos y, en este caso
específico, acentúan las divisiones entre los cubanos que desean un cambio en Cuba, lo que sólo
beneficia al régimen.

Hoy, por fin, vi la primera conferencia de prensa que ofreció Yunior García al llegar a España, así como la
entrevista que le hiciera el periodista Juan Manual Cao. Las miré con atención, tratando de conocer al
menos un poco al individuo, su filosofía y motivaciones. Al final, mi conclusión es la misma: no veo
justificación a los ataques personales de los que está siendo objeto.

Las dudas y las discrepancias son esenciales para el desarrollo en cualquier ámbito de la actividad
humana; en política no sólo son saludables, sino que el derecho a expresarlas con libertad es condición
sine qua non del ejercicio democrático, y ningún líder, real o percibido como tal, está exento de que se
dude de él, se cuestione o se discrepe de sus ideas.

Hay mucho, probablemente, que muchos -valga la redundancia- puedan encontrar objetable en las
posiciones de Yunior García, como él mismo las ha expuesto. Personalmente, creo que su análisis sobre
el embargo adolece de, para usar una de sus palabras, infantilismo y errónea sensiblería que para él
puede no ser falsa, pero lo es.

En primer lugar, el tal embargo no existe ni mucho menos afecta la situación económica del cubano de a
pie; ese es un argumento que quedó desvirtuado hace mucho tiempo, y continuar esgrimiéndolo sólo le
hace el juego al (des)gobierno de Cuba; es precisamente por eso que esa “izquierda” con la él que dice
identificarse continúa la cantaleta incesante a nivel internacional.

Su identificación con la “izquierda” me resulta pueril pero comprensible. Lo que vi en la entrevista con
Cao y en la conferencia de prensa fue un típico joven -y no digo típico joven cubano, porque no lo es-
con una carga de idealismo ingenuo que me recuerda a los jóvenes de mi generación. Educado… no,
instruido -léase adoctrinado- en el sistema de “educación” comunista, que le atribuye a la “izquierda”
todas las virtudes y a la “derecha” todos los defectos y crímenes, narrativa ficticia con etiquetas
anacrónicas que, sin embargo, se predica hoy en la mayoría de los centros de educación superior del
mundo, y que, consecuentemente, ha permeado las mentes de las nuevas generaciones. Los jóvenes, en
general, quieren ser buenos, y el “buenismo” ha sido secuestrado por la izquierda. Lamentablemente,
Nikita Khruskev nos lo advirtió, tenía razón, y no le hicimos caso.

Su posición pacifista es loable, pero irreal; el régimen cubano ha demostrado que está dispuesto a
utilizar la violencia indiscriminada aún contra la manifestación más pacífica que cuestione su poder
totalitario, y sus turbas enardecidas y armadas de odio y palos con clavos, o sus policías y soldados con
pistolas Makarov y AK-47, no se detendrán ante una rosa blanca.

Igualmente, con lo del diálogo. Yunior mencionó a Maceo en Baraguá como ejemplo de diálogo, y creo
que tiene razón parcial. Sólo que se dialoga en igualdad o paridad de fuerzas y condiciones, cuando
existe alguna probabilidad de llegar a un acuerdo entre las partes. Maceo “dialogó” con Martínez
Campos porque tenía, como elemento de negociación, a por lo menos parte del ejército libertador. Pero
una vez demostrado que no había arreglo, “el 23 se rompe el corojo”. El (des)gobierno de Cuba ha
demostrado mas allá de cualquier duda que “no hay arreglo”, y aunque la oposición en Cuba (¿hay
oposición en Cuba?) no cuenta con un “ejercito libertador”, no hay diálogo posible con una fuerza
abrumadora y totalitaria determinada a aplastarlo todo y a todos para mantener el poder. Ya sé que
suena a cliché, pero “la libertad no se mendiga…”

Y dice que piensa, que quiere regresar a Cuba a seguir la lucha. Por Dios, ¡cuánta ingenuidad!
Quizá, lo más debatible y censurable de las acciones de Yunior García sea haber “huido” de Cuba en
medio del fragor de la guerra -sí, guerra- sin cuartel que les declararon las autoridades para descabezar
al movimiento que él y otros iniciaron y en el que, aparentemente, muchos -más en el exilio que en la
isla- parecen haber puesto esperanzas irrazonables de que daría al traste con régimen. Su “crimen”, ese
por el que no sólo lo critican, quizá con legitimidad, sino lo atacan personalmente y tratan de destruirlo,
fue, en sus palabras, “ser humano”.

Si, hay mucho, quizá, que censurarle a Yunior García Aguilera: su ingenuidad política, su idealismo
juvenil injustificado y hasta su falta de vocación de mártir -esto, en particular, no seré yo quien se lo
critique; yo no la tuve, ni la tengo, pero, si alguien se anima, lance la primera piedra. Todo el mundo
tiene, en principio, el derecho a criticarlo, a cuestionarlo, aun cuando ese derecho no haya sido ganado
con acciones que, al menos, igualen lo que él se atrevió a hacer allá, entre las garras y fauces del
monstruo. Pero, en mi opinión, nada de eso justifica el barrage incesante de ataques personales que, en
muchos casos, han sido denigrantes.

Perdido, entre las críticas y ataques, está el hecho, incontrovertible, de que el “fracaso” de la
convocatoria a la marcha pacífica del 15 de noviembre fue precisamente su gran éxito. Nunca antes
había el régimen cubano demostrado el profundo miedo que le tiene al pueblo. Nunca antes había el
régimen cubano demostrado la extrema debilidad de su ideología y poder, que se estremecieron ante la
posibilidad de una marcha pacífica con el simbolismo martiano de rosas blancas. Nunca antes se vio el
régimen cubano tan amedrentado como para recurrir a la amenaza abierta y descarnada de violencia
indiscriminada contra la población. El emperador ha quedado expuesto; el emperador está desnudo.
Es posible que el equivocado sea yo; me ha sucedido muchas veces. Discrepo en muchas cosas, o al
menos en varias, de las posiciones de Yunior Garcia. He quedado muy insatisfecho con la explicación a
medias que hasta ahora ha dado de cómo salió de Cuba y su justificación para hacerlo, pero quiero
darle, y le doy, el beneficio de la duda.

Cuba está en una encrucijada en la que, más que de héroes individuales, necesita, requiere de la unión
de los cubanos, dentro y fuera de la isla, en el sagrado objetivo de verla libre un día, más temprano que
tarde. Yunior García Aguilera no es un héroe; como humano es falible, y sin dudas ha cometido
desaciertos, pero para mí, después de verlo y escucharlo, constituye un viento fresco en el ambiente
enrarecido del escenario político del exilio cubano. Démosle, al menos, un poco de tiempo.

Las opiniones y el contenido expresados en este artículo son exclusivamente las de su autor y no reflejan la posición editorial de Los7Días.com.

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